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CUBA ESPERANZADA


“¡Este año sí!”, dice Teresa, una cubana de unos 70 años. “Se acabó la espera. ¡Este año sí!”, repite y despacio su mirada recorre la pared que aún conserva las manchas de la humedad por las lluvias del huracán del 2013. También miro y descubro los enormes huecos en la cubierta.


“Siempre que llueve, la sala se inunda y el agua llega hasta la cocina”, me explica y suspira, pero en menos de un segundo la sonrisa le vuelve al rostro: “Menos mal que ahora Obama nos va a enviar materiales y podremos reparar nuestras casas. Esto va a quedar como nuevo. Ya verás.”


Como otros miles de cubanos, Teresa encuentra en las relaciones entre Estados Unidos y la Isla la esperanza perdida de un nuevo país, que logre sobreponerse a la crisis económica que durante más de cinco décadas le ha causado muchos dolores de cabeza a su pueblo.


No. Obama no va a enviar materiales, más bien autorizó que desde este viernes 16 de enero las compañías norteamericanas puedan exportar a Cuba productos para la construcción. Pero en un país donde los medios de comunicación, controlados por el Estado, dicen poco o se demoran en decir, el rumor corre con pies ligeros y las personas interpretan los hechos a su manera.


Sin embargo, aunque no sea el presidente quien envíe personalmente los productos hacia Cuba – como piensa y asegura Teresa – la medida le abre nuevas posibilidades al sector de la vivienda en la nación, uno de los más deteriorados.


El gobierno cubano reconoce los problemas en este sentido: en 2013 explicó por primera vez que la carencia nacional ascendía a unas 600.000 unidades, de ellas, 28.000 en La Habana. Ya en 2014, la Asamblea Nacional del Poder Popular dedicó varias sesiones a la situación de la vivienda en el país, pero sin encontrar muchas soluciones, pues el Bloqueo siempre aparecía como el principal impedimento.


Según argumentó el régimen de Raúl Castro, de abril del 2013 a marzo del 2014 el cerco estadounidense impidió la recuperación de inmuebles en mal estado y la construcción de nuevas viviendas, con pérdidas materiales que ascendieron a los 27 millones de dólares. Asimismo, el embargo repercutió en más de 200 mil constructores y en la población en general.


Durante ese mismo período, las empresas importadoras de insumos para la construcción compraron en países distantes solo la mitad de los materiales que necesitaban y que pudieron haber adquirido a menos precio y distancia, de no existir las restricciones de la Casa Blanca. En esta inversión debieron destinar más de 453 mil dólares a la transportación marítima o aérea.


Ahora que se implementan los cambios y que muchos dicen en la calle “¡Se acabó el bloqueo!”, probablemente Teresa pueda reparar su casa y si las cosas marchan bien, hasta construir un nuevo cuarto para su nieto de quince años. Son sus esperanzas. Y las de muchos en Cuba.

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